12 de marzo: Diana Pérez









Diana Inés Pérez (1964)

Margarita Vázquez y Manuel Liz



Hemos estado intentando recordar cuándo conocimos a Diana, y no somos capaces. Fue hace muchos años. En los inicios de nuestras carreras académicas. Entonces coincidíamos muchas veces, en congresos y reuniones a ambos lados del océano. Ahora nos vemos menos, pero la seguimos. Nos impresionó cuando en el año 2008 nos enteramos de que la habían nombrado presidenta de SADAF.

SADAF es la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico. Fue fundada oficialmente en 1972. Sobrevivió clandestinamente durante los años terribles de la dictadura militar y consiguió convertirse en un centro de referencia imprescindible para la filosofía. La historia de esta sociedad de filosofía es la historia de la voluntad y entusiasmo de un grupo de personas que, pese a cualquier adversidad, quisieron mantener viva la discusión filosófica profunda y comprometida. Cuando estuvimos allí invitados nos sorprendió ver que había dos generaciones de filósofas, las mayores (Nora Stigol, Gladys Palau, Cristina González, etc.) y las muy jóvenes (entre las que estaban Diana Pérez, Sandra Lazzer, Florencia Luna y Eleonora Orlando). También nos sorprendió que no había generación intermedia. En España, las filósofas y filósofos analíticas apenas teníamos referentes femeninos.

En SADAF se discutían temas que abarcaban todos los campos posibles de la filosofía, desde la lógica y la metafísica más abstractas hasta la ética aplicada y la filosofía del derecho. Se participaba con una energía y un rigor que nos resultaban ajenos. SADAF consiguió, con gran éxito, trasplantar en el ámbito de la filosofía latino-americana el estilo preciso y abierto de la filosofía analítica desarrollada a mitad del pasado siglo en las universidades anglosajonas. Y puso también de manifiesto una importante sintonía entre la reflexión rigurosa sin límites y el compromiso social y político.

Diana Pérez estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires, donde también se doctoró. Actualmente, es profesora de filosofía en esa misma universidad. Ha impartido cursos de posgrado en la Universidad de La Plata, UNSAM (Universidad Nacional de San Martin), Universidad Nacional de Cordoba, UNAM-Mexico y UAM-Mexico. Es investigadora del CONICET, donde dirige proyectos sobre filosofía de la mente y ciencia cognitiva, y ha recibido premios y reconocimientos importantes. Sus libros, artículos y contribuciones en reuniones científicas tratan generalmente de analizar la naturaleza y estructura de nuestros conceptos psicológicos ordinarios (sensación, creencia, deseo, intención, etc.) desde una perspectiva naturalista cercana al conocimiento científico más actual. Esto le ha llevado a tratar cuestiones ontológicas, epistemológicas y semánticas. Su pensamiento es siempre original. A menudo, a contracorriente de posiciones fáciles estandarizadas. 

Los planteamientos de Diana son siempre críticos respecto a todo dualismo sustancialista cartesiano. Pero también son muy sensibles al hecho de que los conceptos psicológicos desde los que nos reconocemos como personas tienen su origen en el lenguaje cotidiano. Y que, por ello, ningún avance o descubrimiento científico en este campo puede ser suficientemente esclarecer si no se analiza en detalle el origen y funcionamiento de los propios conceptos psicológicos a la hora de llevar a cabo atribuciones, y auto-atribuciones, de estados mentales en el ámbito de la llamada psicología “folk”. 

Un buen ejemplo de todo esto es una de sus más recientes obras: Sentir, desear, creer. Una aproximación a los conceptos psicológicos (Buenos Aires, Ed. Prometeo, 2013). En ella, propone una novedosa teoría sobre los conceptos psicológicos abordando cuestiones difíciles relativas al problema mente-cuerpo, a la naturaleza de la conciencia, al conocimiento de las mentes de los demás, y de nuestra propia mente, a las condiciones de aplicación de los términos psicológicos ordinarios, al sentido en el que nuestras intenciones pueden ser causa de nuestras acciones en un mundo en el que parece imperar la causalidad física, etc. Todos estos problemas tienen una muy larga tradición. Y Diana interviene con argumentos profundos y honestos en las discusiones más importantes. Leer este libro es repasar la filosofía de la mente desde Descartes. Es volver a considerar las ideas de Wittgentein y de Ryle, a los que Diana califica como sus héroes filosóficos. También es mirar al futuro. Y en el horizonte de ese futuro se perfila una importante propuesta.

Las dos perspectivas más habituales a la hora de emprender un estudio sobre los conceptos mentales, y con ello sobre la naturaleza de la mente, han sido la perspectiva de la primera persona (el “yo pienso” cartesiano, el de cada cual, a veces también un comunitario “nosotras/nosotros”), y la perspectiva de la tercera persona (inevitable a la hora de hacer ciencia). Hace tan sólo unos años, surgieron nuevas opciones. Consisten en dar la palabra teórica a la perspectiva de la segunda persona. Aquí podemos destacar también los trabajos de Antoni Gomila, que ha colaborado muy estrechamente con Diana. Para ellos, la perspectiva de un “tú”, o de un “vosotras/vosotros”, tiene la palabra en la mayoría de los contextos prácticos. Su voz suena muy diferente de la voz de un “yo”, o de un “nosotras/nosotros”, o de un “ella/él/ellas/ellos”. Y nos ha acompañado en el aprendizaje del lenguaje desde el primer momento. Desde luego, resulta difícil entender cómo es que no ha sido tenida en cuenta al reflexionar y hacer teorías sobre la mente.

Diana es una de las pioneras que están promoviendo tener en cuenta esta perspectiva de segunda persona a la hora de entender mejor la formación y dinámica de los conceptos psicológicos ordinarios, orientando así el conocimiento científico de la mente, de nuestra propia mente.









Ilustración de Elena Gutiérrez Roecker 

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