14 de marzo: Amparo Gómez








Amparo Gómez Rodríguez  (1954-2018)


Margarita Vázquez



Ayer empezaron a sonar los teléfonos a primera hora de la mañana. Había una noticia muy mala, horrible. Amparo Gómez acababa de fallecer. Nadie se lo esperaba. 

Estos últimos días había estado muy activa, aprendiendo a manejar el sistema de videoconferencias para impartir el máster interuniversitario, telepresencial, que comenzamos este curso. Estaba ilusionada, apuntando en una hoja todos los pasos técnicos. La próxima semana le tocaban las clases y, como siempre, quería tenerlo todo bien preparado y organizado.

Así era Amparo con todo, ilusionada y organizada. Lo mismo con este mes de las filósofas, del que no podía imaginarse que iba a terminar formando parte. Cuando le hablé del proyecto, se entusiasmó inmediatamente. Me propuso a la filósofa argentina Diana Maffía y, en seguida, me mandó su colaboración. Como siempre, mucho antes del plazo que le había marcado. Tenía otra filósofa asignada, una amiga cercana suya, y, aunque esa entrada se publicará a final de mes, estoy segura de que tenía el texto casi terminado. 

La vida en la universidad a veces es muy ingrata: celos, rencillas, competiciones. Alguna vez, Amparo y yo tuvimos posiciones enfrentadas, pero nunca hubo una mala palabra entre nosotras ni nos falló la cordialidad. Era difícil enfadarse con ella. Y, cuando el conflicto era entre otras dos personas, ella intentaba como fuera solucionarlo. 

“La docencia es para mí una actividad placentera y estimulante”. Esto lo decía Amparo en una entrevista del 2013. También era así para sus alumnas y alumnos. Su actividad como profesora de filosofía en la Universidad de La Laguna ha sido larga e intensa. Siempre llena de generosidad y entrega.

Amparo nació en Canarias. Se formó en la Universidad de Barcelona. En Barcelona tuvo una beca FPU en los 80. Cuatro años después, consiguió su primer contrato como profesora en la Universidad de La Laguna, de la que pronto fue decana. Con ella como decana, se diseñó el actual edificio departamental de Filosofía. Fue una gran impulsora del Centro de Estudios de la Mujer (ahora Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres) y su primera directora. En 1989 saco la plaza de profesora titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia y en el año 2004 la cátedra, en la misma área. Fue una de las primeras catedráticas de esta área en España, junto con Eulalia Pérez Sedeño, Anna Estany y María Manzano. Tras la cátedra, al contrario de lo que sucede a veces, trabajó e investigó más que nunca, consiguiendo una gran repercusión nacional y la internacionalización de su obra.

Tres líneas de investigación perfilan su trayectoria como filósofa. La primera de ellas se centra en la metodología de las ciencias sociales. La segunda línea trata sobre las relaciones entre ciencia y género. La tercera, sobre las relaciones entre ciencia y poder.

Sus trabajos en la metodología de las ciencias sociales surgen directamente de su tesis doctoral. Allí estudiaba Amparo el enfoque que hace Popper de la explicación de la acción. Inicia aquí un novedoso frente de investigación, conectando el individualismo metodológico poperiano con las teorías formales de la racionalidad surgidas en el contexto de la microeconomía (teoría de juegos, teorías de la decisión, etc.). Estamos en la última década del siglo pasado. En este periodo se incluyen numerosos trabajos, entre los que destacan dos libros: Sobre actores y Tramoyas (1992) y Filosofía y metodología de las ciencias sociales (2003).

Respecto a la segunda línea de investigación, debemos recordar que, al acabar el siglo XX, los estudios de género estaban en nuestro país en un momento incipiente. Comienzan a formarse centros de estudios sobre esta temática en muchas universidades españolas. También en la Universidad de La Laguna, como ya he dicho más arriba. Amparo participa activamente en estos proyectos, fomentando los trabajos académicos sobre la ciencia desde esta nueva perspectiva.  Un libro suyo, La estirpe maldita. La construcción científica de lo femenino (2004), recibe en 2004 el premio del Instituto Canario de la Mujer.

La tercera línea de investigación, más reciente, se orienta al estudio de las relaciones entre ciencia y poder. Vuelve a ser aquí tremendamente novedoso el camino emprendido por Amparo. En este caso, realizado en estrecha colaboración con Antonio Canales. Con un gran apoyo historiográfico, se inician investigaciones detalladas sobre el desarrollo científico en la España inmediatamente posterior a la guerra civil, y sobre la planificación de la enseñanza de las ciencias. En los proyectos de investigación desarrollados en esta línea participaron historiadores especializados, particularmente en historia de la educación. Los resultados obtenidos han tenido un gran impacto. Debemos mencionar los libros Ciencia y fascismos. La ciencia española de posguerra (2009) y Science Policies and Twentieth-Century Dictatorschips (2015). Este último es el resultado de la estrecha colaboración con profesores de universidades inglesas, especialmente con Briam Balmer. Cabe destacar que, desde el año 2009, es Honorary Fellow Senior Research Associate en el Departamento de estudios de ciencia y tecnología del University College London. 

Interesarse por las ciencias sociales desde la filosofía obliga a abordar el último de estos temas, que se concreta en la llamada política de la ciencia. Hacerlo como filósofa, hace inevitable adentrarse en el segundo tema, estudiando el conocimiento científico y las instituciones científicas desde un enfoque de género. Y hacer todo esto después de haber estudiado en profundidad a Popper, implica adentrarse en los complejos problemas del individualismo metodológico frente al holismo y al historicismo, de las explicaciones “micro” frente a las explicaciones “macro”, y de la defensa de los valores de la verdad, la objetividad y la racionalidad desde una epistemología que sólo reconoce un conocimiento falible, necesariamente tentativo y provisional.

Amparo aprendió que cada situación concreta abre un abanico bastante limitado de posibilidades entre las cuales debe encontrarse la decisión más acertada. Y que sólo en algo así puede consistir la racionalidad. Este es el núcleo de lo que se conoce como “lógica de la situación”. En todo lo que Amparo escribió sobre metodología de las ciencias sociales, o sobre ciencia y género, o sobre ciencia y política, se encuentran ecos de esta idea. Y también la llevaba a la práctica. Se enfrentaba siempre a los problemas académicos y a los problemas cotidianos intentando encontrar la lógica de la situación. Y, para Amparo, la solución estaba siempre insinuada en la propia formulación del problema. Simplemente, había que buscarla. Todo esto puede sonar a tópico, a viejo tema de sentido común. Amparo sabía hacer que no lo fuera.

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